sábado, enero 05, 2008

AL OTRO LADO DEL MAR. (prosa)

AL OTRO LADO DE MI OCÉANO.

La alborada llega a los ojos abiertos, macerados por el incipiente desvelo. Los pájaros sacuden el plumaje caliente de la noche de sueños, albergando aún, el cosquilleo de un bostezo rastrero que oprime el trino madrugador, llamando a desperezarse para comenzar un día más.

Todavía oscuro mi rededor, mis oídos perciben los movimientos de todo ese ajetreo. Muda, como petrificada en la cama, pretendí dormir, aún cuando el sueño se cobijó en la extraña porfía de ausentarse, huyendo por jardines y flores de mejores aromas que los míos, yo insistí para prolongar esa exquisita sensación de sentirme acurrucada entre sábanas calientes, envuelta por pensamientos, en donde podía pedirte un abrazo, un beso, una caricia, un cortejo silente, lleno de la dulce travesura que tu sabes regalarme.

Esperé, así el tiempo iba transcurriendo lento, acompasado con el movimiento de la Tierra, que iba trayendo a mi vera, los rayos de un tibio sol veraniego. Llegó el día, la aurora iba yéndose hacia otros cielos, dejando los colores más increíbles en su lucha ardiente con la luz agresiva del ámbar matutino. Anaranjados revueltos con un rojizo negro, se fueron haciendo cada vez más tenues, hasta que se hizo la mañana, ya en su esplendor, junto a ella, comenzaron los ruidos de la vida diaria.

Bajé descalza al primer piso, a dar de comer a mi perrita, que con una pereza descomunal lamió mis ojos cuando me arrodillé para abrazarla. Comió como si le hubiera servido un manjar de dioses, siendo que dejé en su pocillo, los mismos pelets de siempre. Que agradecida es, pensé, con el sentimiento dulce que me provocan esos ojos color almendra, que me miran siempre con tanto agradecimiento. Su pelaje negro y brillante, se estremeció al sentir que abría la puerta hacia el patio trasero de la casa, su patio, su campo, donde están todos sus olores mezclados. El agua de la piscina la esperaba para el baño que invierno o verano se da con la soltura de una nadadora profesional. Mi fascinación es ver como corre saltando alegre y se deja caer dentro de esta, feliz, radiante, por lo que le espera.
Siempre me ha hecho pensar, quien le habrá enseñado a esta perra mía, que de mañana uno ha de bañarse para enfrentar el día.
Empapada y chorreando, me convida a salir junto con ella, cosa que no siempre me hace mucha gracia, yo descalza, en pijama y con la taza de café caliente en una mano, en la otra el periódico, tengo la invitación hecha para regresar a la cama, cosa que no entiende mucho o se hace la sorda, porque me muerde las manos, me tira del tobillo hasta que logra convencerme y la acompaño por unos minutos, a reconocer olores, a olfatear que hubo de nuevo en la noche en que ella dormía contenta en la cocina dentro de la casa. Al primer descuido, me arranco, entro calladita para no ofenderla y me meto en la cama aún tibia, a comenzar el día, leyendo que ha pasado en el otro continente que ahora duerme, mientras aquí, en el mío, se hará la noticia para el despertar de ellos mañana.

Sin embargo, entre la lectura y el silencio matinal en mi casa, tu recuerdo me golpea como la una luna en medio de su eclipse nupcial.

Nada me entretiene más que dejar a la fantasía hacer sus proyectos para pasar un nuevo día juntos….

No escribo más, porque pasarás por mi en pocos minutos, debo vestirme de orgullo para presentarme grata a tus ojos, como tu lo haces a los míos.

Siempre estamos juntos, aunque vivas donde el sol se acuesta sobre el horizonte, al otro lado de mi océano.

(Freya)
6 de Enero del 2007

2 comentarios:

  1. Anónimo4:14 p. m.

    ¡Precioso, Freya! Felicidades. Es un texto hermosísimo, lleno de sensibilidad y ternura. Me has hecho recordar muchas cosas.
    Un beso desde el otro lado de tu océano.
    Tu amigo,

    HArendt

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  2. Amigo mío, mi fiel lector, te adoro siempre. Muchas gracia por estar siempre ahí al lado de mis letras. Un beso grande que navegará por las olas de mi océano hacia el tuyo, ve por el, para que te llegue grande como te lo envío. Muas.
    Freya

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